miércoles, 9 de abril de 2008

Los entierros


En la diversidad de los sucesos encuentro la amplitud, una disponibilidad inconsciente que permite crecer, evolucionar. Ya no soy lo que fui, ni lo seré, seré algo más, una prolongación de mi pobre inicio, ensanchado hasta el máximo obtenido, quién sabe si mejorado. Una suma de influencias que he adoptado con el tiempo, un cúmulo de autenticidad forjada con esfuerzo y razonamiento, un producto de mi entorno que perpetúa algunas pocas cosas originales, eso y quizá un poco más será mi definición final. Pero en el trayecto la personalidad colapsa de vez en cuando, no sé si para reinventarse o para sobrevivir, como una detonación necesaria que clarifica los caminos, dejando de lado lo obsoleto, lo mediocre, eso que entorpece y que pesa como lastre inservible. Así van quedando rezagadas las personas, las acciones, los pensamientos, los sentimientos y los recuerdos, en una muerte que duele y que cuesta, en un vehemente desprendimiento de tegumentos que deja al descubierto un fondo frágil, que no estaba listo para resistir. Muerte necesaria que deja en el camino una hilera de sepulturas, epitafios de una y mil equivocaciones, remembranzas lúgubres de amistades y amores perecederos, una apología a la precariedad. Talvez he asistido entonces a más funerales de los que pensé, teniendo que soportar la dura carga de enterrar todo aquello que me resultó dañino, estampando lápidas con nombres y fechas de mi vida misma, aguardando otras tantas que fallecerán a su tiempo. Por un tiempo nada más visitaré mi cementerio personal, sólo mientras dure mi vano remordimiento, hasta ese día llevaré flores de rencores y olvidos marchitos, por un tiempo nada más volveré la vista atrás, pensando: ¿cuántos más me habrán enterrado a mí?

4 comentarios:

BC dijo...

Wow, me encantó esta entrada. Muy bonita muy profunda.
Todos tenemos un cementerio, en el mío a veces incluso resucitan los muertos para ser enterrados de nuevo.
Es el ciclo de la introspección.

Seguí escribiendo y te seguiremos leyendo!

;)

Petoulqui dijo...

Anabea me recordó la Danse Macabre de Camille Saint-Saëns. La triunfante danza de la Muerte, quien resucita a los muertos con su violín para que bailen ante ella.

Hemos estado pensando en la muerte ultimamente, eh. Vos, desde una perspectiva más metafórica y psicológica, y yo desde un enfoque más concreto.

Somos un par de Necrofílicos (es decir que amamos a la muerte, no piensen mal ;)

Como que todos tenemos nuestros cementerios personales, y a veces nuestros fantasmas.

Me gustó bastante tu entrada, está de muerte.

Unknown dijo...

Te referís a todo lo que uno entierra en la vida y al mismo tiempo recurda constantemente.

Luisa F.S.C. dijo...

Muy buena su entrada. Los entierros son necesarios, al igual que el "adiós". Lo importante es no revivir a los "muertos" sino sólo visitarlos de vez en nunca. Yo estoy aprendiendo a enterrar... y espero seguir.