martes, 19 de mayo de 2009

Las muchas Guatemalas


Es difícil vivir en esta Guatemala, la Guatemala de los asesinatos de todos los días, la Guatemala de los narcotraficantes, de los terremotos, de los conflictos interculturales, la Guatemala de los desposeídos, de los temerosos, de los corruptos, la Guatemala de sus bellos paisajes, de sus lagos y montañas, de sus volcanes en erupción, de sus ríos de aguas negras, esta Guatemala de las tortillas y los frijoles, de los mazapanes, tamales y atolitos, de las amebas en las carretillas de comidas ambulantes, de los niños con desnutrición, la Guatemala de los atletas, de los escritores, de los profesionales mal pagados, de la selección mediocre de fútbol, la Guatemala de los políticos politiqueros, de los gobiernos nefastos, de la gente manipulada, de las calles con baches, de los túmulos por doquier, de los miles de miles de cables en los postes, la Guatemala de los quetzales, de las monedas devaluadas, de los billetes falsos, de las ceibas, monjas blancas y de los himnos sin sentido, la Guatemala de los deportados, la Guatemala de los nunca más, de los talvez, de los Dios se lo pague, de los sueldos miserables, la Guatemala de las procesiones, de las manifestaciones, de los bloqueos de carreteras, de los desvíos millonarios, la Guatemala de las reservas naturales, de los sitios arqueológicos, de los zanates y los tepezcuintles, la Guatemala de los deslaves, de los hundimientos, de las inundaciones, del Venado Sello de Oro y de la cerveza Gallo, la Guatemala del 15 de septiembre, del 15 de agosto, del día de Tecún Umán, la Guatemala de los indios, negros y ladinos, chinos, gringos y cucuruchos, encapuchados ex talacheros y orejas, la Guatemala de los mayas, de los cuidacarros, de los policías corruptos, de las tiendas con rejas y los Tortrix, de las calles con talanqueras, la Guatemala de los Pacíficos y los Atlánticos, de los Juan Chapín y de las Suave Chapinas, de los niños con caries y de los medicamentos genéricos, la Guatemala de jade, de chilacayote, de fiambre y de Pollo Campero, la Guatemala de los cepos, de los impuestos, del contrabando, del Transmetro y del “Mono de Oro”, esta Guatemala de los cielos hermosísimos donde se baña la Virgen, de la ex guerrilla y de los chafarotes, de los Maximones y los Cristos Negros, la Guatemala de todos.

A veces es difícil amar a pesar de todo… La Guatemala de mis amores.

domingo, 17 de mayo de 2009

Inmersión


Solo soy las cosas que he vivido, los lugares que he conocido, lo que he leído entre líneas para descubrir mis pensamientos; lo que he probado: el dolor, el vino, las mujeres, el humo con olor a manzana que me embriagó alguna vez. Y sin embargo soy tan poco. Situado en una extraña abstracción desorganizo el panorama, lo desdibujo en un total arrebato de color, con formas onduladas en un celeste marino que se mueve en olas hacia mí. Sumergido en líquidas reflexiones descubro la cercanía de lo absurdo, una secuencia esquemáticamente desorganizada que se traduce en cotidianidad, tal como la vida que decidimos llevar, en una serie de eventos que nos han elegido para desempeñar un rol, el de payasos en el circo cruel. Una memoria borrosa me recuerda que alguna vez fui un niño sentado frente al lago, anhelando no dejarlo por nada, para vivir en él una parodia más relajada, más inocente. Idilio primario de un Atitlán distante. Así como los anhelos, los años se han vuelto muchos en su singular modo de aglomerarse; quizá es tiempo de regresar a lo básico, a lo elemental. Abro los ojos desde el fondo, dilucidando las formas que toma la luz al quebrarse en la superficie, observando el cielo en una perspectiva diferente, renaciendo al mundo necesariamente. He sufrido un duro golpe, que me hizo vulnerable en la columna vertebral de mi torcida vida, y de ahora en adelante estaré ligado a un nuevo útero, consuelo de males de esta patología inesperada, donde las cosas pesan un poco menos y transcurren lentamente, agua de necesidad.

viernes, 15 de mayo de 2009

El fin


Vista añeja de finales cansados, ya los ojos ven lo que pueden y no lo que deben, en el ocaso definitivo e inminente, lejos de todo porque los brazos no alcanzan más, disminuidos, eclipsados; es duro necesitar, en estas horas escasas donde es difícil recordar. Se yerguen los fantasmas en los rincones y nos aterrorizan de repente, en ese punto débil que son nuestras más profundas dudas, ahorcando de súbito todo aquello en lo que creemos. ¿Hay algo más que esto que vemos o tocamos? Un entorno de antimateria que rodea la existencia tal cual la conocemos, un incoherente mundo de vacíos repletos de ser y pensar, de ser y sentir, de ser sin lógica, en un coma fantástico de ultramundo, o de imaginación. No quisiera suponer finales, porque hay cierta belleza en esa incógnita de no saber de mañanas, y sin embargo me acompaña siempre esa sensación de nostalgia anticipada, me obliga casi a sufrir de antemano las despedidas que sé que llegarán. Pero las cargas del alma son tan infinitas como todas esas cosas que nunca hicimos, y suturar las heridas es un proceso que no siempre podemos lograr. Arribar finalmente a esa edad en la que podemos ver el largo camino por detrás, divisando en el panorama los desenlaces de aquellos inicios del otrora, observando el silencio en las paredes que ya no dicen nada, porque todos se han ido ya, en un retrato incompleto de sensaciones extraviadas, enmudecido, marchito.

Y solo espero que estemos juntos en ese segundo postrero, para cerrar los ojos y vernos por fin.

domingo, 19 de abril de 2009

La miseria


¿Silencio interpretativo? ¿O simplemente circunstancial? Meses de enfermedad y absurdo, en esta vida tan violenta, en esta tierra tan cruel, donde las voces escritas se apagan, y los caminos se tornan de atroces masacres coaxiales en un largo aguantar, resentir. Aquí yacen los miserables y no en el libro, aquí donde las horas se escapan del raciocinio y los afanes se tiñen de ingenuidad, tontos pensamientos de un mundo que no puede ser mejor. Duele ver las lágrimas en ese rostro indefenso, que por un infinito instante se vuelve propio, nuestro. Porque a veces no se puede dar consuelo, y el abrazo no se da abasto, un tímido estupor innecesario, hasta que las miradas se pierden en ese horizonte de iris y pupilas ajenas, indiferentes. Suelo ser conciso, no sé por qué, talvez porque me urgen palabras que hagan algún eco, talvez porque las palabras estorban. No siempre puedo demostrar que me duele tu dolor, no siempre puedo aceptar que por dentro me quiebro en mil pedazos, y suelo no decir nada, suelo no hacer nada, suelo meditar, mientras las cosas caminan igual.