miércoles, 24 de septiembre de 2008

Ajenos


Una monotonía extraña la de los ojos, y las conversaciones se van volviendo ajenas conforme la gente se desconoce. Lentamente mi pupila se dilató al caer la noche, mientras seguía observando el mismo rostro. Había pasado tiempo ya desde que se marchó, y en las palabras había más distancia de la que puede haber, había más nudos de los que se puede recorrer, y el desenlace a veces no se logra desatar. Un espejo colgado en la pared me susurró que por él han pasado muchas caras conocidas, parecidas entre sí, similares en lo agónico de su permanencia, pero no se cansan los reflejos, y si así ha de seguir siendo, lo deberá soportar… cuánta gente entra y sale de mi vida, en una lista traviesa y sin memoria. Cuánto desconozco de los ojos que se perdieron cuando crucé en la esquina, porque la mirada es cada vez más fría, y ya no renacen las flores que ponemos sobre las tumbas.

martes, 23 de septiembre de 2008

Vejez


Segundos marchitos de domingo de últimos rezos, dolorosa resignación de un apogeo que terminó en olvido, resaca de un mal inicio que nunca mejoró. Va acumulando años en su joroba de inviernos inherentes, al tiempo que ve irreverente el retablo que un día lo consoló, apolillado en las entrañas donde ya no quedan ecos de su Dios. Acude al festejo de los suyos, los que piden porque no saben, los que piden porque los mandan, los que piden por pedir, y su petición se desvanece en una aglomeración de bastones y andadores engañados, donde nadie escucha. Pero quizá a la mañana siguiente ya no lo recuerde, su lamentable irritación con el mundo se disiparía en una laguna mental, o talvez ya no despierte, y su epitafio reclamaría atenciones en mora, con intereses que no le otorgarán. Se sienta en la banqueta de la misma calle donde nunca se ha sentido alguien, y se pregunta dónde quedaron aquellos tiempos de sillas mecedoras y nietos para contar historias; sus respuestas aguardan mientras trata inútilmente de abordar un bus urbano. Camina entonces con pasos errantes, que pronto cesarán.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Este mundo


Compartiendo ataúdes, de madera fina y acabados de fantasía, rodeados de risas perecederas en momentos felices de Credomatic sobregirado. Poco a poco va fluyendo el espectáculo de luces multicolores, y adornamos nuestras pobres cabecitas con reflejos que distraen, que hipnotizan, tan solo para dejar de sufrir un poquito. Olvidando un poquito. Pretendiendo. De esta forma el romántico idealista se disfraza de comodín, se hace acompañar por la pompa majestuosa de su realeza contemporánea, artificial y caduca, al tiempo que ríe su penúltima carcajada. Huele a perfume barato, y su ambición es más grande que los pantalones que lleva puestos, pero no se perciben los ideales que viajan bajo el atuendo, y su paso se hace indolente a través de las muchedumbres. Hasta que pasa por la vitrina, delante del maniquí ve su rostro en el semiespejo de vidrio aparador, y se asquea. Por fin se da cuenta de la tragicomedia que es este mundo, espacio forma de siniestros mal perpetrados, y se dispone a escupir su última sonrisa, tierna, silenciosa, postrera. Después de ella todo será llanto, llenará copas de licor y lágrimas, para beber el desconsuelo hasta que llegue su hora, hasta que descanse al fin. Un latido lo distrae, luego otro, talvez se percata y le duele, es eso que está dentro de su pecho: aún vive.