martes, 8 de abril de 2008

La piedra


Con los ojos vidriosos se incorporó a una vil realidad que lo acongoja inmisericorde. Débil en su vano esfuerzo por levantarse decidió dejarse caer entre cobijas y almohadas, tratando de regresar al sueño, de olvidar un poco. Algo le ha sido arrebatado, un algo inesperado que hasta hoy se presentaba como algo seguro en su vida, ese tipo de algo que cambia las cosas, una gran parte de sí mismo que lo hará incompleto. He aquí el punto de partida de la nostalgia: la pérdida. Pero esta máquina de carne y hueso debe continuar en su andar rutinario, la ocupada agenda no permite interrupciones inútiles para suspiros o lamentos, en un abrir y cerrar de ojos su estructura física se habrá transformado en un ente decadente, finito tal cual es, dejará de sentir. ¿O ha dejado ya de sentir? La línea divisoria entre el razonamiento de las cosas y la emoción subyacente es muy difusa, cuando ayer por la noche meditaba, se dio cuenta que lo que él conocía por suyo, lo que él tanto apreciaba, era en realidad un elemento efímero, su dolor inconmensurable que le oprimía y le confundía cesó de repente y se convirtió, inesperadamente, en un razonamiento. Ante el inminente mecanismo de defensa se preguntó: ¿esta comprensión de los sucesos y sus consecuencias me hace un ser inerte? Eso que llamamos fuerza, que llamamos consuelo, racionalización, es a la vez una desensibilización. En esa búsqueda interminable de respuestas el corazón se va haciendo frío, la deshumanización como preludio a la piedra es una inminente y triste apreciación de un cambio que aunque necesario, no siempre es para bien. Cansado y abatido por una larga jornada regresó a su cama, ha pensado mucho y su expresión se ha endurecido. Recuerda y reflexiona, ya no es más el hombre de ojos vidriosos que despertó por la mañana, ese algo que ya no está y que ya no encuentra es un vacío abstracto que talvez nunca existió, un sueño que ya casi olvidó. Duerme, y luego de la inconciente transición de las horas, se da cuenta que al despertar le ha sido arrebatado algo más, un algo inesperado, ese tipo de algo que cambia las cosas, una pequeña parte de sí mismo que lo hará incompleto: una lágrima.

1 comentario:

Petoulqui dijo...

Insisto en que me gusta el final:
"una lágrima".

Excelente.