martes, 18 de marzo de 2008

Hablando de Religión


Poco anuente a la idea, pero casi obligado a hacerlo, me doy a la difícil tarea de abordar el tema, con un sutil tono de Zaratustra y con mi humilde y muy particular punto de vista, me decido a hablar de Religión.

Tendría que dar inicio a esta polémica perorata dando mi concepto, mi definición: Religión, para mí, vendría a ser la forma como cada quien concibe a Dios, la forma que cada quien tiene de amarlo, de respetarlo, de interpretarlo, así como la muy particular forma de relacionarse con Él.

Del anterior enunciado se desprendería una verdad consecuente: cada uno tiene una Religión diferente. Así es, habrían tantas religiones como tantas personas en el mundo, talvez algunas muy similares entre sí, talvez muchas basadas en una misma doctrina, en un mismo precepto, pero estiradas y adaptadas a sabor y antojo de cada individuo.

La mía, por ejemplo, vendría a ser el resultado de una formación Católica, que se ha ido modificando con el tiempo, con forme mis ideas se han ido madurando y de acuerdo a lo que mi corazón y mi mente se disputan por discernir. Seguir una doctrina a la perfección, tal como la Católica o cualquier otra, es inconcebible en mi cabeza. Puesto que somos humanos, y cada quien piensa distinto de los demás, por más que muchos crean en un mismo dogma, la imagen mental de uno y de otro son dos cosas por demás distantes. En concreto: lo que para mí es negro, para alguien es gris.

Pero una vez expuesto mi punto anterior, está bien generalizar un poco (sólo un poco) para encasillar ideas disímiles. Me llamaré por un momento Cristiano Católico, perteneceré al grupo que así se ha de autodenominar también, y llamaré a los demás Cristiano Evangélico, Cristiano Ortodoxo, Budista, Musulmán, Satánico, lo que sea; esto con el único fin de simplificar criterios.

En un mundo errante, en un país caótico, en un hogar convencional y en una cabeza humana como la mía, la Religión es una pieza inherente al rompecabezas denominado Existencia. Un engranaje del cual derivan sentimientos, ideas y acciones o actitudes que ayudan a coexistir con los demás especímenes de esta raza pensante. Quizá por eso el sólo hecho de tocar el tema en una reunión es tan justo motivo de disputa, quizá por eso el quehacer público se acaba de complicar cuando se mezclan las infinitas ideas religiosas de todos nosotros, piezas de ajedrez de este juego que identificamos como Vida.

Y la vida debería regirse por normas que permitieran tener puntos de vista desiguales, digo debería porque lo anterior queda en una insípida teoría, la mayoría de veces, claro. Al no tener claro los conceptos de respeto y tolerancia, nos topamos con intromisiones molestas que simplemente no se pueden aceptar. Parece que aún no tenemos bien cimentada la idea de que nadie es dueño de la verdad absoluta, ninguno está exento de equivocaciones, todos, absolutamente todos nos regimos por cuestiones arbitrarias o empíricas, y sobre todo, nadie está en la capacidad de imponerle a los demás lo que debe hacer o pensar, menos aún, qué creer.

De tal forma, llegamos al punto negativo que acarrea este controvertido tema central. Lo que yo crea, lo que mi ínfimo entendimiento alcance a comprender, a imaginar, no debería ser motivo de distanciamiento con la gente que me rodea. No debería, pero lo es. Unos se esfuerzan en convertir a los demás, otros en hacer ver que están en la razón absoluta e ideal, otros se empecinan en no creer, en no querer escuchar, en pocas palabras, invaden espacios que no les corresponden con el mayor irrespeto, con alto grado de prepotencia. Talvez deberíamos de vernos todos desde una vitrina ulterior, tratando de descifrar cosas que escapan de nuestro raciocinio, peleándonos por encontrar y marcar las diferencias entre nosotros, haciéndole creer a los demás que nos pertenece un Dios verdadero que es mejor que el de ellos, esforzándose en aparentar que la práctica religiosa la llevan mejor si se autodenominan de una u otra doctrina, en una disyuntiva que destruye en vez de producir.

Yo preferiría pensar que todos hacemos de nuestra Religión un refugio de paz, de unión o armonía, y no un punto de discordia y divisionismo, hasta segregacionismo. Pero si existiera un Dios, único, de todos, por qué la necedad de buscarle diferencias, por qué el ímpetu de demostrar que la Religión se vuelve una simple y sucia prolongación del Ego que trata de decir que lo que Yo pienso es mejor que lo que Tú piensas. El hombre se presta a envilecer todo lo que toca, si hay un Dios, este tiene que ser puro y santo, no así las doctrinas ni las religiones, caracterizadas por sus mil imperfecciones. En resumen, me diferenciaré de mis hermanos por mis creencias y mis actos, pero me uniré a ellos por un Dios, el que es para todos.

3 comentarios:

Petoulqui dijo...

Interesante postura.

Volvemos al punto de partida, sin embargo, el ser humano es un individuo... vive en solitud.

Me vinieron a la mente cosas como las pláticas de Jiddu Krishnamurti y un relato del Decamerón de Bocaccio que me contó mi padre hace años.

Realmente que este tema es delicado, porque donde comienzan las creencias se acaban los razonamientos.

BC dijo...

Me gustó mucho este post. Lo encuentro acertadísimo.
Sigue escribiendo Luisfer, y te seguiremos leyendo

:)

mohervi dijo...

Tienes razón Luisfer, la religión es algo muy particular, lo importante para mi siempre ha sido esa paz que se siente cuando uno cree en lo cree y se experimenta esa paz interior y esa confianza que convierte todo lo negativo en positivo y poco a poco te va dando un equilibrio tan bonito que solamente quien lo ha sentido puede dar fe de ello y por eso aqui yo doy fe.

Mo