Supuestos juicios minuciosamente elaborados por un sistema de pensamientos lógicos, algo desencadenó la realidad. De pronto un sollozo se hace presente y las lágrimas corren de un rostro que pareciera no ser el mío, cuánto dolor puedo causar con esta mi manía de ser un yo irrestricto e instintivo. El producto de los años es un evidente detrimento de la sensibilidad, una especie de arrepentimiento del tacto; ya no es necesario el eufemismo cuando lo real azota en la cara como cachetada. Todo se resume y a la larga se evidencia en la debilidad de las personas que no ahondan en sí mismas, casi suena a excusa, pero el mundo es una selva despiadada en la que hay depredadores y depredados, donde los depredadores muchas veces somos depredados, como en un inmenso karma, y es entonces cuando el mundo está en paz. En una extraña paz, ciertamente, porque alguien despertó al terrible monstruo que se esconde bajo el ego, lo hizo cobrar fuerza, lo obligó a atacar despiadadamente a la ilusión en la que viven los marginados soñadores. Cuánto lo lamentará la bestia, durante el tiempo que le resta, haber sido victimario, cuánto daño se causa al dañar… de nuevo es tarde, es otra vez hora de morir.
martes, 11 de marzo de 2008
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1 comentario:
Ese abuelito de la guitarra ya se durmió.
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