viernes, 14 de marzo de 2008

Adentro


Por un momento se sintió seguro, creyó en la mentira que acababa de inventar y se refugió en ella. Suspendido en la fantasía se echó a volar por un breve tiempo, un instante rebosante de ignorancia y engaño que lo satisfacía hasta la saciedad; y luego cayó. No porque no lo hubiera meditado con anterioridad disfrazó esa realidad ridícula, sino porque se hartó de su inherente soledad. Es tan reconfortante pensar que los que nos rodean ciertamente disminuyen esa sensación de vacío, pero el individuo es solitario por mandato natural, es único en esencia. Y por un momento sintió que al tocar esas tiernas manos femeninas una extraña electricidad lo reanimaba en su interior, olvidó que la reacción no era más que una expresión de su ser que desde adentro realiza una burda interpretación de su entorno: en efecto, la electricidad nunca provino de afuera, fue creada por él, individuo indivisible. Sintió entonces como su cuerpo estaba recubierto por espinas que impedían todo acercamiento con sus semejantes, la cruda realidad azotó un golpe certero haciéndole ver que nadie nunca lograría adentrar en su corazón o en su mente, era un hecho, estaba solo, y todos lo están. Una lagrima escapó de él a la mañana siguiente mientras la contemplaba dormir. Vio su pálido cuerpo junto a él, un frío y distante ente que la noche anterior lo endulzó con pasión y deseo, que lo hizo olvidar su existencia, su yo. Se acercó necesitado, rodeó su tibio vientre y pensó: qué difícil es conformarse con la piel cuando lo que se requiere es algo intangible. Continuó su inevitable rutina, visualizó su día plano y sin emoción, condenado en resignación escudriñó en los rincones buscando anhelos, soluciones y esperanzas, prosiguió: aguardando los años.

1 comentario:

Petoulqui dijo...

Reconozco que me ha gustado más este relato que cuando lo leí por vez primera, incluso puedo decir que lo disfruté más.

Es lírico ciertamente. No cabe duda de que también sos un poeta, pero dado que no te gusta (según decís) la poesía, entonces sos un antipoeta.

Qué bueno está. Habrá que compartirlo.