lunes, 31 de marzo de 2008

Árbol

Han crecido y se han multiplicado ostensiblemente las raíces de este árbol, interesante árbol. Su tallo es hoy más grueso y robusto, ha dado bellas flores y frutos, también ha padecido sus otoños e inviernos, siempre estoico, árbol de memoria y tiempo. Metáfora interesante de una amistad que un día sembré, este árbol que a través de las estaciones cambiantes me sigue brindando sus bondades, aguantando mis desatenciones. Qué paisaje tan espléndido es la vida con este árbol en mi horizonte.

domingo, 30 de marzo de 2008

Amiga


Cae la noche y lentamente disminuyen los grados centígrados del ambiente, un característico octubre de este pequeño espacio geográfico llamado Guatemala. Afuera la gente y sus problemas reales, los que no tienen y añoran, los de las esquinas que acechan o venden, los que llaman techo al omnipresente cielo sin luna, los que regresan, los que permanecen; insistente ignominia que es este transcurrir en repetición. Adentro un silencio, la tenue luz… y yo. De vuelta a la pantalla azul, con sus iconos que gesticulan esquemas mentales comprensibles que sistematizan el oficio, atrás quedó hace tiempo el viejo lápiz y el papel; simple transición de forma, más no de fondo. Pero, ¿entenderá alguien el significado que subyace al texto? Sentí por un momento una pequeña conexión, será la convivencia acaso, será el cariño, la añoranza de saberte finita, que te irás y que seguirás encontrando tus emociones lejos de mí, como la melancólica de hoy, en un futuro divergente. Ciertamente al renegar de la gente olvido que siento grandes afectos hacia algunos, pocos quizá, olvido que a veces me siento apreciado, y que eso me hace sentir bien. Quisiera secuestrar los pequeños instantes y enmarcarlos en mi memoria, las conversaciones, los acercamientos reales que surgen de una interacción, como en una fotografía que permanezca, poder juntar todas esas experiencias que conformarán un día mi tesoro individual, eso que con el tiempo se convertirá en mi pasado. Y así partirás, hacia un horizonte desconocido que te hará crecer. Me detengo en un punto, cierro los ojos y reflexiono: los caminos se cruzarán en las diferentes estaciones. Entre tanto, te pienso un poco, mientras sigues aquí, antes que comience a extrañarte, feliz de haberte conocido.

martes, 25 de marzo de 2008

De vez en cuando


De vez en cuando sale de su pequeña habitación, mundo refugio de tiempo perecedero. Empeñado en una constante ansia se para justo frente a la vereda, a esperar con la misma especulación de siempre, hasta que la ve llegar. Fresca como la mañana más esplendorosa, con esa sonrisa inmensa que lo devana de placer y dicha con sólo mirarla, pletórica de luz en esos ojos grandes que revelan una incomprensible inocencia, casi una princesita inconcebible de cuento de hadas, ridículamente imaginaria, tristemente imposible. De vez en cuando se atreve a pensar un poco más de la cuenta, dejando de lado sus inútiles proezas y conquistas, con esa fija aspiración de encontrar lo verdadero entre la maraña de vanidad y superficialidad, adentrando en esos sentimientos que son fuertes, peligrosos, ¿autodestructivos?, ¿necesarios? Jugando a ser pero sin sentir de más, jugando a entender pero sin sufrir de más, intentando tener, pero sin anhelar de más. De vez en cuando regresa a su habitación, se acuesta en la cama viendo al techo de granito amarillezco, se da cuenta que parece no encontrarse del todo preparado para estar despierto, son apenas las 3:30 AM, y quizá sea tiempo de volver a soñar.

lunes, 24 de marzo de 2008

Adiós


Sí, es difícil decir adiós, a lo que se quiso, a lo que aún se quiere, eso que por alguna razón se va. Cuando la sensación es tan inaguantable que estrangula cualquier razonamiento, se percibe en el momento como una clara amputación, de un intangible quizá, o de algo que en algún momento se convierte en un todo. Pero los todos y la nada son tan relativos. Una palabra que hizo falta, o un afecto que jamás existió, bien podrían ser la espina que continúa punzando durante los atardeceres venideros. Y por la noche, justo al apagar la luz, esa extraña sensación de vacío hace parecer los espacios incompletos, como aferrándose a un abrazo que no se puede dar, o que se quisiera recibir. Y en el interminable transcurrir, se va extinguiendo poco a poco eso a lo que llamamos esperanza, triste consuelo de aquellas aspiraciones tontas, de aquellos momentos abandonados en el pasado, muertos ya, en un peculiar esquema que siguió los trayectos del sinsabor, en esa amargura del hoy. Pero no permanecen por siempre los viejos fantasmas, ¿podrían acaso perturbarnos para siempre? En un implacable ir y venir, todos esos antiguos adiós se van esparciendo en los resquicios de la memoria y, si bien no desaparecen, se cubren de un fino manto de tiempo, camuflándose con el constante cambio. Entonces, contemplamos los continuos finales desde esa vitrina que siente cada vez menos, así preparamos el cambio de papeles, la inexorable plataforma desde donde nos preparamos para la última despedida, y así alguien más la recordará, esperando su cruel turno.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Flor


Seguirá esperando con la sutileza de una flor. Pero le han cortado el tallo y pronto se marchitará, aguardará paciente, perecerá como las últimas palabras que pronunció. En realidad las palabras son emisiones efímeras que vuelan libres hasta desvanecerse, se desenvuelven autónomas de su real significado, aún las escritas se convierten con el tiempo en figuras retorcidas que se oxidan irrestrictamente, sujetas a las percepciones de los diferentes interlocutores. Cárceles gráficas o sonoras de los pensamientos, ligeras y vacías de sentimiento alguno. ¿Inútiles? Podría ser acaso que lo que quiso decir fuera algo totalmente distinto a lo que su corazón quería mostrar, podría ser una equivocación simple y llana, un error de articulación, podría ser que yo no entendí o que no quise escuchar, podría, pero es un desperdicio de tiempo y estoy harto de suponer. De esta manera las cosas quedan en el aire, suspendidas en la irrelevancia en la que siempre han estado y en la que permanecerán, así es esto de las interacciones humanas, tan susceptibles de cambios, de deformaciones, tan imprevisibles. Pero el aislamiento físico es un lujo propio de los antiguos anacoretas, y esta sociedad no permite prerrogativas de semejante extravagancia. Así que seguirás aquí, mi bella y mustia flor, soportando mi amor y mi desprecio, mi atención y mi desdén, seguirás junto a mí en este frío infierno de Sartré en el que nos hemos encerrado, locos condenados sin derecho a redención. Afuera aguardan los prejuicios, los intereses y las hipocresías sin sentido de la gente, en una ficción mal hecha de los vínculos interpersonales. ¿Quién osa desafiar la vida sin personas a las cuales apreciar? Hermanos, hijos, parejas o amigos, indolentes voyeuristas de nuestras tristes vidas, accionando los botones que constantemente despiertan las infinitas emociones, en círculos confluentes que se yuxtaponen irreverentes con la mismísima existencia del ser, en la miserable cotidianidad. Ven entonces con tu perfume vegetal y tu tersura de pétalo, exquisita a la vista, natural y delicada, con tu diálogo lírico incesante, retórico, que alimenta el vacío interno con que te reciben mis oídos sordos, prestos a escuchar tus mudas palabras.

martes, 18 de marzo de 2008

Hablando de Religión


Poco anuente a la idea, pero casi obligado a hacerlo, me doy a la difícil tarea de abordar el tema, con un sutil tono de Zaratustra y con mi humilde y muy particular punto de vista, me decido a hablar de Religión.

Tendría que dar inicio a esta polémica perorata dando mi concepto, mi definición: Religión, para mí, vendría a ser la forma como cada quien concibe a Dios, la forma que cada quien tiene de amarlo, de respetarlo, de interpretarlo, así como la muy particular forma de relacionarse con Él.

Del anterior enunciado se desprendería una verdad consecuente: cada uno tiene una Religión diferente. Así es, habrían tantas religiones como tantas personas en el mundo, talvez algunas muy similares entre sí, talvez muchas basadas en una misma doctrina, en un mismo precepto, pero estiradas y adaptadas a sabor y antojo de cada individuo.

La mía, por ejemplo, vendría a ser el resultado de una formación Católica, que se ha ido modificando con el tiempo, con forme mis ideas se han ido madurando y de acuerdo a lo que mi corazón y mi mente se disputan por discernir. Seguir una doctrina a la perfección, tal como la Católica o cualquier otra, es inconcebible en mi cabeza. Puesto que somos humanos, y cada quien piensa distinto de los demás, por más que muchos crean en un mismo dogma, la imagen mental de uno y de otro son dos cosas por demás distantes. En concreto: lo que para mí es negro, para alguien es gris.

Pero una vez expuesto mi punto anterior, está bien generalizar un poco (sólo un poco) para encasillar ideas disímiles. Me llamaré por un momento Cristiano Católico, perteneceré al grupo que así se ha de autodenominar también, y llamaré a los demás Cristiano Evangélico, Cristiano Ortodoxo, Budista, Musulmán, Satánico, lo que sea; esto con el único fin de simplificar criterios.

En un mundo errante, en un país caótico, en un hogar convencional y en una cabeza humana como la mía, la Religión es una pieza inherente al rompecabezas denominado Existencia. Un engranaje del cual derivan sentimientos, ideas y acciones o actitudes que ayudan a coexistir con los demás especímenes de esta raza pensante. Quizá por eso el sólo hecho de tocar el tema en una reunión es tan justo motivo de disputa, quizá por eso el quehacer público se acaba de complicar cuando se mezclan las infinitas ideas religiosas de todos nosotros, piezas de ajedrez de este juego que identificamos como Vida.

Y la vida debería regirse por normas que permitieran tener puntos de vista desiguales, digo debería porque lo anterior queda en una insípida teoría, la mayoría de veces, claro. Al no tener claro los conceptos de respeto y tolerancia, nos topamos con intromisiones molestas que simplemente no se pueden aceptar. Parece que aún no tenemos bien cimentada la idea de que nadie es dueño de la verdad absoluta, ninguno está exento de equivocaciones, todos, absolutamente todos nos regimos por cuestiones arbitrarias o empíricas, y sobre todo, nadie está en la capacidad de imponerle a los demás lo que debe hacer o pensar, menos aún, qué creer.

De tal forma, llegamos al punto negativo que acarrea este controvertido tema central. Lo que yo crea, lo que mi ínfimo entendimiento alcance a comprender, a imaginar, no debería ser motivo de distanciamiento con la gente que me rodea. No debería, pero lo es. Unos se esfuerzan en convertir a los demás, otros en hacer ver que están en la razón absoluta e ideal, otros se empecinan en no creer, en no querer escuchar, en pocas palabras, invaden espacios que no les corresponden con el mayor irrespeto, con alto grado de prepotencia. Talvez deberíamos de vernos todos desde una vitrina ulterior, tratando de descifrar cosas que escapan de nuestro raciocinio, peleándonos por encontrar y marcar las diferencias entre nosotros, haciéndole creer a los demás que nos pertenece un Dios verdadero que es mejor que el de ellos, esforzándose en aparentar que la práctica religiosa la llevan mejor si se autodenominan de una u otra doctrina, en una disyuntiva que destruye en vez de producir.

Yo preferiría pensar que todos hacemos de nuestra Religión un refugio de paz, de unión o armonía, y no un punto de discordia y divisionismo, hasta segregacionismo. Pero si existiera un Dios, único, de todos, por qué la necedad de buscarle diferencias, por qué el ímpetu de demostrar que la Religión se vuelve una simple y sucia prolongación del Ego que trata de decir que lo que Yo pienso es mejor que lo que Tú piensas. El hombre se presta a envilecer todo lo que toca, si hay un Dios, este tiene que ser puro y santo, no así las doctrinas ni las religiones, caracterizadas por sus mil imperfecciones. En resumen, me diferenciaré de mis hermanos por mis creencias y mis actos, pero me uniré a ellos por un Dios, el que es para todos.

viernes, 14 de marzo de 2008

Adentro


Por un momento se sintió seguro, creyó en la mentira que acababa de inventar y se refugió en ella. Suspendido en la fantasía se echó a volar por un breve tiempo, un instante rebosante de ignorancia y engaño que lo satisfacía hasta la saciedad; y luego cayó. No porque no lo hubiera meditado con anterioridad disfrazó esa realidad ridícula, sino porque se hartó de su inherente soledad. Es tan reconfortante pensar que los que nos rodean ciertamente disminuyen esa sensación de vacío, pero el individuo es solitario por mandato natural, es único en esencia. Y por un momento sintió que al tocar esas tiernas manos femeninas una extraña electricidad lo reanimaba en su interior, olvidó que la reacción no era más que una expresión de su ser que desde adentro realiza una burda interpretación de su entorno: en efecto, la electricidad nunca provino de afuera, fue creada por él, individuo indivisible. Sintió entonces como su cuerpo estaba recubierto por espinas que impedían todo acercamiento con sus semejantes, la cruda realidad azotó un golpe certero haciéndole ver que nadie nunca lograría adentrar en su corazón o en su mente, era un hecho, estaba solo, y todos lo están. Una lagrima escapó de él a la mañana siguiente mientras la contemplaba dormir. Vio su pálido cuerpo junto a él, un frío y distante ente que la noche anterior lo endulzó con pasión y deseo, que lo hizo olvidar su existencia, su yo. Se acercó necesitado, rodeó su tibio vientre y pensó: qué difícil es conformarse con la piel cuando lo que se requiere es algo intangible. Continuó su inevitable rutina, visualizó su día plano y sin emoción, condenado en resignación escudriñó en los rincones buscando anhelos, soluciones y esperanzas, prosiguió: aguardando los años.

jueves, 13 de marzo de 2008

Encontrando el sentido


¿Y si el viejo cuerpo perdurara? ¿Si la vida dejara de ser un suspiro efímero de décadas decadentes? Sería trascendente, en efecto. Un poco más, por lo menos, de lo que lo es en realidad. Sin ahondar en el alma, el individuo tendría la capacidad de engrandecerse, no como el súper hombre de Nietzsche, sino como un ente pragmático y funcional. A la larga el hecho de saberse finito, ¡tan finito!, hace ver insignificantes los eventos y sus consecuencias. El aprendizaje en sí mismo es un objeto altamente valorado, la creación en todas sus formas, la apreciación de los vínculos y la superación, todo al fin y al cabo son cualidades humanas individuales que se pierden con la muerte. Y si se toma en cuenta que la cita con la muerte llega tan rápido, toda virtud atesorada en esta vida es una mera insignificancia. ¿Cuál es el valor supremo entonces de la vida? Si seguimos un camino coherente de ideas, el juicio al que se llegará tendrá que ver indefectiblemente con el alma, el espíritu o la concepción de lo ulterior. ¿Entonces de qué sirve la escritura y la introspección que ésta conlleva? ¿No son las palabras y los sentimientos que ellas representan una mera insignificancia más? Claro, bien podría pensarse que son los ornamentos necesarios de la existencia, que sirven para llenar el ocio de los minutos durante el corto período de la vida, o podría ser una mera bitácora ostentosa y engreída. Si ese fuera el caso y mi diario no pasara de ser una vana presunción, una inútil distracción, no importaría en lo más mínimo su secuencia ni su interrupción, ni su forma o su divulgación, podría ser apócrifo incluso para disminuir la vanidad. Si dejara de pensar por un minuto en el arte y su importancia, podría seguir el paso hasta el final como un gran libro en blanco, con un único adorno de importancia monumental, el grande y poderoso punto final.

martes, 11 de marzo de 2008

El ello


Supuestos juicios minuciosamente elaborados por un sistema de pensamientos lógicos, algo desencadenó la realidad. De pronto un sollozo se hace presente y las lágrimas corren de un rostro que pareciera no ser el mío, cuánto dolor puedo causar con esta mi manía de ser un yo irrestricto e instintivo. El producto de los años es un evidente detrimento de la sensibilidad, una especie de arrepentimiento del tacto; ya no es necesario el eufemismo cuando lo real azota en la cara como cachetada. Todo se resume y a la larga se evidencia en la debilidad de las personas que no ahondan en sí mismas, casi suena a excusa, pero el mundo es una selva despiadada en la que hay depredadores y depredados, donde los depredadores muchas veces somos depredados, como en un inmenso karma, y es entonces cuando el mundo está en paz. En una extraña paz, ciertamente, porque alguien despertó al terrible monstruo que se esconde bajo el ego, lo hizo cobrar fuerza, lo obligó a atacar despiadadamente a la ilusión en la que viven los marginados soñadores. Cuánto lo lamentará la bestia, durante el tiempo que le resta, haber sido victimario, cuánto daño se causa al dañar… de nuevo es tarde, es otra vez hora de morir.

domingo, 9 de marzo de 2008

Ciclo

Un diario contemporáneo que narra a través de una red intangible y cosmopolita las extravagancias, excentricidades e insignificancias de la gente. Oídos sordos que se prestan a jugar con la retórica de las palabras. El ocaso del año, del ciclo que llegó a su cenit y comenzó a perecer. Entre una extraña lluvia que se estampa sobre un vidrio y el frío que se filtra por las terminales nerviosas, un pequeño suspiro yace en el fondo del ánimo tratando de emerger. Es una mezcla de tedio y desesperación, de desesperanza, de conformismo, ¿de costumbre? La vida se repite una y otra vez, y cada período parece ser menos relevante que el anterior, menos significativo, menos hiriente. Con el paso del tiempo las emociones se vuelven una reacción más del organismo, como si la vieja cicatriz se hiciera más resistente… y ya casi olvidara la injuria que la provocó. La incuria que la provocó. Veintiséis septiembres diferentes, que aguardan otros veintiséis, a la espera del final, cualquiera que sea, con la indiferencia de la roca que ve inexorable el paso de los segundos, uno tras otro. Y la soledad yace sentada en el rincón de la habitación, mientras escribo unas palabras, y espera paciente mientras la acompaño con una melodía y un trago, figurando entre la penumbra de la noche y la iluminación del ordenador. Gracias por esperarme, soledad, mi incondicional compañera.