viernes, 25 de julio de 2008
De puertos y partidas
Nubes densas de pasado en sus ojos le retuercen la mirada, ya no es el mismo muelle, pero el viejo ve siempre alejarse los barcos que un día se acercaron. Se decide al fin a buscar su propia embarcación, en un intento postrero, a la vez que se entretiene con las arenas de estaciones añejas, un letargo de cansancio acumulado en este nuevo ímpetu. No se cuestiona en absurdos motivos, ni rebusca aquella certeza que algún día imaginó encontrar, solo lanza la plegaria al vacío y espera impaciente que el viento le devuelva su algo, su porqué. Ha estado anclado tanto tiempo, aferrado a una cómoda vitrina que le ofrecía siempre el mismo mar, que asqueado de marchitos panoramas se aventuró a vivir, a sufrir. Su intento es ya un logro, una meta alcanzada de nuevos amaneceres y atardeceres en lejanas aguas. Atrás quedó su puerto, su miedo, la marea se los llevó; por delante la brisa cambiante, hasta que sus años cesen.
sábado, 19 de julio de 2008
Palimpsesto
Me borré de improviso, como quien no quiere, aunque sí. Y mis ojos se nublaron en divisarlo todo, se aturdieron de color y luz, de suplicar contacto, de llorar. Aquí no caben excusas, no las hay, aunque se vengan los porqués del cielo no hay escapatoria a la aberración de huir hacia la falsedad, porque ahogarse en alcohol es una vulgar falsedad. Crucé los espacios como ente entre personas hechas de cera, muñecos que en efecto no están, o no importan, y caminé hacia algún lugar para sentirme seguro, en medio de tanta inseguridad, decidido a encontrarme con el fondo de esa singular piscina. Pero no se encuentran las panaceas en los lamentos líquidos, ni se liquidan lamentablemente los problemas, tan solo se disfrazan, se envilecen. Porque al final de la noche se desvanecen los egos, se martirizan las palabras y se exclaman oraciones al infinito divino para que todo se acabe, aunque no pasa así. Y al día siguiente la cama vacía, expectante, delirando esa figura que no está, tratando de recordar algo que el alcohol borró, intentando descifrar en qué parte del descontrol se desdibujó la imagen, esa que tanto tratamos de mantener. En cambio quedan los malos tragos, los que lastiman y hay que reparar, los pedazos sin goma del cristal que se estrelló, en aquella triste sinventura que quizás no recordaré.
viernes, 18 de julio de 2008
Apología a la felicidad
Hay infinitos y eternidades, realidades que pueden no serlo, hay un resquicio de cordura en esta cotidianidad que nos hace creer que existimos, que nos hace aguantar. Y sin embargo el continuo afán, de buscar, de obtener, de siempre querer más, que nos preserva como entes inconformes ante nosotros mismos, la mismísima esencia de ser humanos. No hay felicidad que dure cien años ni humano que la aguante, así defino de manera simple la insatisfacción, es que no puede ser de otra manera. De esta forma aparece el largo pasillo, oscuro y lleno de miedos, obstinado en necesidad y confusión, que por momentos se torna plano, intrascendente, y por cortísimos instantes se ilumina, con esa calidez que llamamos felicidad. Así de fácil, aparece de súbito entre miradas suplicantes, entre los mil intentos fallidos, no se quedará por siempre, pero ese breve intervalo de duración nos permite aguardar, anhelar, que aparezca de nuevo, en una esperanza inexorable. No podría ser de otra forma, no podría ser inagotable la fuente de felicidad, pues dejaría de existir, entonces lo que tanto deseamos no es más que un equilibrio coherente, que nos mantenga en pie, no una felicidad tonta e insustancial que se plasme únicamente en las sonrisas. Entonces guardaré mi felicidad, efímera y preciosa, en esta conciencia de escritor inconforme, será mi valor auténtico, oculto entre todo aquello que no la deja ver, en excitante expectativa.
jueves, 17 de julio de 2008
Ático
Espacio a dos aguas, con una luz apenas de líneas y contornos en este lugar desconocido, un lecho nuevo en una nueva historia, aún por escribir. Desperté y por un momento me sentí seguro, estando lejos descubrí que puedo ser sin aparentar, solo ser. Porque aquí no necesito atuendos, no hace falta interpretar los papeles, puedo encontrar lo que tengo y lo que quiero cuando está cercano a mí, sin más miradas ajenas. Quise prolongar un silencio, quizá porque no siempre hay que encontrar palabras, contemplando el horizonte para perderme en una caricia, o en un anhelo. Yo sé que hay cosas que se resisten y que necesitan tiempo, que los tiempos se pueden quebrar por la mitad, que un suspiro no es más que mirar hacia lo que no se tiene, pero cuando se está aquí, bajo este techo, lo complicado se vuelve elemental. Trataré de serlo yo también, ser básico en mi proceder, porque es lo que necesito, lo que quiero, porque al fin de cuentas no hacen falta áticos distantes para hallar la autenticidad, solo hace falta valor.
viernes, 4 de julio de 2008
Silencio
Hubo un silencio oculto que nadie percibió, fueron días de ruido, de tiempo escaso, una miscelánea de eventos y fastidios, un detrimento del todo y de lo poco que permanece en pie, en lo que parece mi derrumbe minucioso, circunstancial. Llegó el viernes aunque no lo parece, en mi cabeza de proletario atormentado se sobrecargan las neuronas, a punto de explotar. El lápiz en mis manos golpea incesante la mesa, harto de mi patética desesperación, aferrado a la página en blanco que se llena de estupideces, mientras el ancla se hunde un poco más en este fango que crece bajo mis pies; es entonces cuando las cuatro paredes apestan. Aunque es normal, claro, eso de los malos días, de las malas semanas, así es esto de vivir, ya pasará… ¡Já! El siempre triste consuelo. Pero las agujas de este reloj caen y no giran, no aguardan el compás que deja atrás las ignominias, uso un reloj digital mejor, y entonces mis minutos se manifiestan más claramente, al ritmo de la espera para que por fin cambie la fecha del calendario, maldito calendario… Ya es de noche casi, y aguardo la penumbra sin prender la luz, así distraigo la soledad, con esta oscuridad a medias que me agranda las pupilas. Apenas comprendo de razones y motivos, lo único que sé es que hay algo que no soporto, algo que me enoja con solo abrir los ojos y ver, quisiera dormir un poco y soñarme en un momento feliz, o soñar nada más, para no tener que pensar ni imaginar ni sentir ni aguantar, para no tener que escapar. Mi silencio aún queda oculto detrás de unas palabras en mi ordenador, es de noche ya y tengo que salir, tengo que evadir, miserablemente melancólico, trillado, a ahogar mis penas en alcohol.