miércoles, 30 de abril de 2008

De lenguajes y verdades


No importaban tanto las palabras, eran ondas que no sabían más que desvanecerse. Un silencio podría haber tenido más sentido, algo que expresara una emoción más allá de cualquier alocución, en un lenguaje más explícito. Tampoco se manejaba mucho por debajo de la mesa, cuando lo cotidiano no adquiere tintes dicotómicos no es necesario hacer juicios que establezcan lo bueno y lo malo, y la verdad se convierte en una interrogante que no hace falta descubrir. Porque descubrir la verdad es en ocasiones una mera inocentada, puesto que hay miles de verdades, de tal forma que una mentira que nunca se sabe puede parecer verdadera, y una verdad que nunca se cree puede sonar a mentira. Pero en esta noche de bar a media luz, ciertamente lo único real es lo que puedo ver sin abrir los ojos, ¿me explico?, eso que llevás por dentro y que no sabés esconder. Yo tampoco sé esconder, si este cielo estrellado de tímidos destellos me ilumina un poco sabrá que soy simple por un momento, sin pretensiones, olvidando las disertaciones esquematizadas, como un susurro leve, que vuela en expectativa errante a través de un espacio sin oídos, en una lírica que no se escuchó jamás.

lunes, 28 de abril de 2008

Los finales anunciados


Sería triste verlos llegar tan lejos sin tener otra elección, sin haberse percatado de que los cambios existen dentro de cada uno y no en sueños lejanos. Sería triste ver que todos los finales fueran irremediables en su impostergable aparición, como muertes anunciadas que forzosamente deben suceder. Triste, como todas esas cosas que no hicimos, como todo lo que dijimos y lo que dejamos de decir, que nos pesa por años y años. Así, como un retrato más en la pared, su semblante apesadumbrado se llenó de arrugas de amargura, sin darse cuenta cómo ni cuándo olvidó sonreír, acercándose a su final en lamentable resignación. Quizá son los eventos los que nos arrastran a muchos en nuestro pusilánime actuar, quizá no nos damos cuenta que la desidia nos margina contra un muro inevitable hasta que agazapados nos dejamos vencer, así de simple, en la cotidianidad de nuestras miserables vidas. No pareciera importarnos nada, talvez acaso un hoy egocéntrico muy limitado, talvez acaso nuestra ceguera no nos deja ver que el mundo está aquí para ser cambiado, puesto que el mundo somos nosotros. Los cambios son necesarios, para bien o para mal, con todo el miedo que acarrean, con toda la negación con la que los afrontamos; los cambios debieran ser nuestra razón de ser. Y al no serlo, al conformarnos, nos sentamos en nuestro cómodo impasse, acostumbrados a transcurrir sin trascender, irreflexivamente, anunciadamente.

miércoles, 23 de abril de 2008

Los tiempos


Si en el presente confluyen todos los tiempos, los recuerdos, los eventos, los planes y sueños, entonces lo único invaluable es cada segundo, cada pensamiento que nos hace saber que estamos vivos. ¿Hace cuánto fui un niño? ¿Cuándo dejé de serlo? Ese pedacito de gente que sin saberlo evolucionaba hacia la complejidad, en el ambiente perfecto, en el lugar y el momento ideal, justo cual debía ser, en una grandiosa exactitud del universo que desencadenó en un hoy. Una secuencia de reminiscencias viene de repente como alud incontenible mientras veo como todos hemos envejecido, toda la gente que me antecedió me ve como adulto, mis amigos con los que crecimos y maduramos son ahora hombres y mujeres con vidas hechas que giran en derredor a un pasado común, entre una sensación de amor inconmensurable y nostalgia los veo distribuirse en esta teleserie o tragicomedia que es la vida. Mañana cerraré mis ojos y sin advertirlo seré un adulto mayor, con una carga colosal de sucesos en mi mente, de sensaciones y sentimientos añejos que adornarán mis arrugas y canas. Lloraré por todo aquello que ya no será, por todo lo que ya no estará, reiré por todo lo que fui, por mi hoy, recordaré este día, con una boda en esta Antigua de mi corazón que me puso meditativo y nostálgico, un evento de sucesión y partida, de alegría y adiós. Es hora, quizás, que los hermanos partan y formen nuevas familias paralelas, que las situaciones dejen de ser, que renazcan y maduren, que mis ojos descubran nuevos horizontes, en esta inmensidad de porvenir, mientras viajo a lo desconocido, mientras sueño y anhelo, en esta incertidumbre de existir, de ser.

lunes, 21 de abril de 2008

Tiempo de escasez


Siguiendo la tendencia actual, este singular mercado ha dejado bien marcado su modelo de alza generalizada, hoy los precios son inalcanzables, exorbitantes, y las esperanzas del oprimido consumidor se hacen cada vez más imposibles. ¿Qué haré yo entonces? Escaso de recursos tendré que racionar, ¿reciclar? No basta con conformarme como hacen muchos otros, no, no puedo evitar evidenciar mi razonable inconformidad, al menos hasta que encuentre la forma de paliar esta vil necesidad. Ese es el problema cuando agotamos de manera irresponsable los recursos, sin saber que la fuente es frágil y precaria, hasta que nos damos cuenta de que los tiempos de pobreza se nos vienen encima en un inminente deslave, y sucumbimos. ¿Quién tiene los recursos para adquirir este nuevo mineral precioso que se escurre entre los socavados de esta construcción social? Todo es una constante revolución de propuestas mercantilistas, en un juego de consumidor y consumido en el que hay muchos perdedores que aún no se percatan que están siendo manipulados; ya la estafa es ineludible, ¿quién no se ha dejado estafar? Pero, ese algo que hoy llamo producto, ese artefacto de intercambio, ese objeto intangible al que me refiero, no es una aleación preciosa que se puede dejar de comprar, no es un líquido vital que me mantiene fisiológicamente funcional, es el ente que debería complementar los elementos que me constituyen, esa mercancía ilícita que no encuentro en las oscuras esquinas, y que no encuentro en ningún lado. Así es, en otro tiempo lo obtuve sin buscarlo, lo malgasté hasta saciarme en un bacanal voluptuoso de entrega y despilfarro, como millonario que derrocha sin saber de pobreza, en una noche que acabó al desnudo ante un crudo amanecer. Hoy los sentimientos son escasos, se han vuelto caros, y compramos imitaciones baratas en las tiendas de fantasía. Es tiempo de ser escéptico, crítico, calculador hasta el cansancio, así se han fijado las reglas en un patrón establecido a lo largo de este juego; los sentimientos serán una ficción romántica que se leerá en formato binario… pero quizá me equivoque, y haya todavía un espacio en el que los podamos experimentar.

miércoles, 16 de abril de 2008

4a. Calle

Quisiera salir a la calle sin tener que hacerlo, salir por querer, porque el quiero y el quisiera son dos cosas tan diferentes. La calle esa que me vio vivir, que se pudre día a día entre la aberración de este mundo, que se entristece a pesar del cielo magnífico. Otro paisaje surreal de lo que es el mundo exterior, un simple espacio transitable que vive a flor de piel (o de asfalto) el malestar de una población. Pero somos huevudos, mi gente y yo, porque armados de valor e insensatez salimos a estas calles-orbe a aguantar y ver qué nos pasa, o qué no nos pasa, o qué hacemos, si no caemos presa del fatum. Algún pensamiento hermoso aflora sin embargo, como pequeña flor silvestre que nace terca entre algún resto de cemento, es esa la consecuencia de la distracción. Distracción o resignación, el espíritu aguanta un poco de ambas condiciones, puesto que sin estas caeríamos irremediablemente en una patología crónica que nos aniquilaría. Y mientras, enfermo o no, parece que logro caminar por esta acera que conoce bien mis pasos, llego a la esquina, esa misma intersección de la que parten los caminos hacia el horizonte, y suspiro. A fin de cuentas, es el mismo paisaje urbano que me presenciará en las muchas dimensiones oblicuas por las que atravesaré, en este futuro incierto que presenta soles y cielos nublados. Retornaré inconsciente por este sendero, hacia algún anochecer postrero que se tornará silencioso en alguna pretensión extraña de armonía o quietud, bajo la luz amarilla del alumbrado público, entre sombras de casas y cosas, en una imagen a medio armar en un álbum del barrio, irremediable, irrepetible.

sábado, 12 de abril de 2008

Brisa

En un claro intento por descifrar su viciada vida, e invadida por una absurda necesidad de acompañar la ausencia, abrió la puerta. Dentro, en el asfixiante humo de la confusión, donde el aire pareciera escasear, como si las partículas se detuvieran haciendo que el tiempo se paralice, esperaba aires nuevos que entren incesantemente. Fuera, la inminente brisa, que presta a recibir el claro ofrecimiento, se establece en su vehemente oportunismo. Una simple versión de los hechos que pudieron ser distintos y que no lo fueron, pero en ningún sitio hay espacio para arrepentimientos. La brisa es incesante y obstinada, es un mal que se cuela por doquier sin permiso ni remordimientos, ávida de tomarlo todo con su vil presencia. Una cruel resignación de que los hechos podrían ser distintos pero no lo son. Existe en el interior un resquicio de frescura, un hálito de pureza virgen que debe ser salvaguardada, pero el cómo es la pregunta, en un lugar donde los porqués responden en un sonoro sinsentido. ¿Quién pudiera devolver cordura a las horas desquiciadas que tan inútilmente se perdieron? Olvidadas en cada una de las memorias de viejos momentos, las manecillas del reloj reclaman indignadas el actuar timorato que condujo a semejante atrocidad, hastiadas de andar y andar en los malhechos círculos de equivocación. Y así se desvanece el aroma del ayer, invadido por el presente incierto, en una nube de desilusión y conformismo, en el grotesco disfraz de lo que quiere ser, bajo el triste rostro de lo que no fue.

miércoles, 9 de abril de 2008

Los entierros


En la diversidad de los sucesos encuentro la amplitud, una disponibilidad inconsciente que permite crecer, evolucionar. Ya no soy lo que fui, ni lo seré, seré algo más, una prolongación de mi pobre inicio, ensanchado hasta el máximo obtenido, quién sabe si mejorado. Una suma de influencias que he adoptado con el tiempo, un cúmulo de autenticidad forjada con esfuerzo y razonamiento, un producto de mi entorno que perpetúa algunas pocas cosas originales, eso y quizá un poco más será mi definición final. Pero en el trayecto la personalidad colapsa de vez en cuando, no sé si para reinventarse o para sobrevivir, como una detonación necesaria que clarifica los caminos, dejando de lado lo obsoleto, lo mediocre, eso que entorpece y que pesa como lastre inservible. Así van quedando rezagadas las personas, las acciones, los pensamientos, los sentimientos y los recuerdos, en una muerte que duele y que cuesta, en un vehemente desprendimiento de tegumentos que deja al descubierto un fondo frágil, que no estaba listo para resistir. Muerte necesaria que deja en el camino una hilera de sepulturas, epitafios de una y mil equivocaciones, remembranzas lúgubres de amistades y amores perecederos, una apología a la precariedad. Talvez he asistido entonces a más funerales de los que pensé, teniendo que soportar la dura carga de enterrar todo aquello que me resultó dañino, estampando lápidas con nombres y fechas de mi vida misma, aguardando otras tantas que fallecerán a su tiempo. Por un tiempo nada más visitaré mi cementerio personal, sólo mientras dure mi vano remordimiento, hasta ese día llevaré flores de rencores y olvidos marchitos, por un tiempo nada más volveré la vista atrás, pensando: ¿cuántos más me habrán enterrado a mí?

martes, 8 de abril de 2008

La piedra


Con los ojos vidriosos se incorporó a una vil realidad que lo acongoja inmisericorde. Débil en su vano esfuerzo por levantarse decidió dejarse caer entre cobijas y almohadas, tratando de regresar al sueño, de olvidar un poco. Algo le ha sido arrebatado, un algo inesperado que hasta hoy se presentaba como algo seguro en su vida, ese tipo de algo que cambia las cosas, una gran parte de sí mismo que lo hará incompleto. He aquí el punto de partida de la nostalgia: la pérdida. Pero esta máquina de carne y hueso debe continuar en su andar rutinario, la ocupada agenda no permite interrupciones inútiles para suspiros o lamentos, en un abrir y cerrar de ojos su estructura física se habrá transformado en un ente decadente, finito tal cual es, dejará de sentir. ¿O ha dejado ya de sentir? La línea divisoria entre el razonamiento de las cosas y la emoción subyacente es muy difusa, cuando ayer por la noche meditaba, se dio cuenta que lo que él conocía por suyo, lo que él tanto apreciaba, era en realidad un elemento efímero, su dolor inconmensurable que le oprimía y le confundía cesó de repente y se convirtió, inesperadamente, en un razonamiento. Ante el inminente mecanismo de defensa se preguntó: ¿esta comprensión de los sucesos y sus consecuencias me hace un ser inerte? Eso que llamamos fuerza, que llamamos consuelo, racionalización, es a la vez una desensibilización. En esa búsqueda interminable de respuestas el corazón se va haciendo frío, la deshumanización como preludio a la piedra es una inminente y triste apreciación de un cambio que aunque necesario, no siempre es para bien. Cansado y abatido por una larga jornada regresó a su cama, ha pensado mucho y su expresión se ha endurecido. Recuerda y reflexiona, ya no es más el hombre de ojos vidriosos que despertó por la mañana, ese algo que ya no está y que ya no encuentra es un vacío abstracto que talvez nunca existió, un sueño que ya casi olvidó. Duerme, y luego de la inconciente transición de las horas, se da cuenta que al despertar le ha sido arrebatado algo más, un algo inesperado, ese tipo de algo que cambia las cosas, una pequeña parte de sí mismo que lo hará incompleto: una lágrima.

viernes, 4 de abril de 2008

Bruja

Sumergida en una inmensidad de pensamientos, como una imaginación de la mente que se materializa entre la brevedad de un instante, una mujer: exuberante aparición que ha dejado de ser únicamente eso. De figura fantástica y con una apariencia exquisitamente misteriosa, sigilosa, oculta entre una multitud convencional, perteneciente al imaginario colectivo pero dueña y señora de sí misma, del entorno, de las épocas. Hace su entrada discreta con un donaire felino que se mezcla en una atmósfera de humo y esencia, persuasiva y seductora en su displicente actitud. La luz tenue del recinto penetra en los diminutos espacios, ventanas ilícitas que dejan las prendas negras sobre su escultural cuerpo, permitiendo apreciar una piel lívida y tersa, cuidadosamente perpetuada por los encantos de su singular oficio, majestuosamente macabra. Ese encanto malicioso, fruto de su arte oculto, causa y objeto de la perdición de los hombres, se manifestará como el grandioso vínculo entre la sensualidad y su pecado implícito, de placer y condenación, en un irreverente arrebato de la voluntad sobre las voluntades. Hechizado y despojado de mi decisión, he sucumbido ante su sortilegio de instinto, llevado hacia los bajos espacios en un lujurioso aquelarre, divina antípoda de oscuridad y gloria. Irrestricta en su mandato ha tomado cuanto quiso, voluptuosa emperatriz de la malicia que se apodera de su noche, efemérides ancestral que hoy adopta su versión occidental, entre el bullicio de la música y los disfraces, en un jolgorio pagano, suyo.

jueves, 3 de abril de 2008

Aquí


Realmente algunas perspectivas hacen parecer como si los espacios no terminaran, una continuidad irreal quizás, pero es que estamos tan acostumbrados a los límites que pensar en formas diferentes suena a locura. Fijo la vista en los árboles que se yerguen frente a un marco de cielo en un vals de brisa, movilidad embriagante; mientras, me muevo en el tiempo en una contradictoria perpetuidad. De dónde vengo, en esencia es irrelevante, si la línea persiste en una espiral cotidiana que posee trayectoria propia. Hacia dónde voy, posiblemente es una interrogante sin respuesta racional, sería, en todo caso, una cuestión de enfoques. El transcurso de los eventos suele consistir en un contexto de inadvertencia, con una mecánica de acciones previamente establecida o con pequeñas improvisaciones, como una secuencia automática que se repite sin dar lugar a percatarse de mucho. Una vez se es parte del sistema es más difícil encontrar tiempo para sentir o pensar, ¡y esto casi suena a excusa! Aunque, más bien creo que es un lamento. En todo caso una serie de lamentos, percepciones borrosas que al final del día atiborrarán mi mente. Talvez por eso persisto en mi actitud errante, harto de todo me refugio en los pequeños escapes, salidas convencionales que utilizo para afrontar este sinsentido. Aquí, en este pequeño lugar al que llamo hábitat, rodeado de mis seres cercanos, compañeros itinerantes de mi solitario penar, contemplo la magnitud del significado de estar vivo, entre faenas arduas de trabajo, prisas y discusiones, brindis de melancolía y una que otra risa sobrevalorada. Aquí me siento a esperar, cansado de esperar, esperando inexorablemente. Entre el sueño y la realidad, entre los espacios y las sensaciones, reconfortado por un abrazo, en mi mar de letras que es un espejismo. Aquí.